“Tan
importante es reconocer el papel que desempeña la riqueza en la determinación
de las condiciones de vida y de la calidad de vida como comprender el carácter
limitado y eventual de este relación” (Amartya Sen, 1999)
Lo que el premio Nobel quiere decirnos es
que la capacidad de tener lo que deseamos depende en mayor medida de cuestiones
ajenas a lo monetario y eso es justamente lo que mueve a los emprendedores
sociales.
Si bien no hay una definición estable de
lo que es un emprendimiento social, personalmente, me parece bastante acertada
aquella que dice que es una herramienta para la creación de valor y cambio
social utilizando criterios de gestión empresarial y estrategias de mercado.
Esto es, una unidad productiva o económica que, desenvolviéndose según la lógica del
mercado, tiene como razón de ser satisfacer una necesidad social del entorno en el
que comercializa. Ese fin social, determina el modo de accionar de la unidad
productiva que, obviamente, busca generar ingresos para sostenerse en un
ambiente competitivo.
La principal diferencia entre los
emprendimientos sociales respecto de los económicos radica en el objetivo
principal del mismo. En el primer caso, el emprendimiento busca una mejora
concreta para un sector de la sociedad mientras que en el segundo caso, busca la contrapartida económica como fruto del trabajo
realizado.
Ni un tipo de emprendimiento es mejor que el
otro. El equilibrio está en que ya sea por lucro o por generar un cambio social,
actuemos con conciencia.
