miércoles, 8 de febrero de 2012

Nota: Bye, bye, ONG. Por: Gonzalo Fanjul

La historia la conocen de memoria: los recortes del gasto público y el deterioro de las economías familiares están actuando como una apisonadora en el sufrido sector de las ONG españolas. Se multiplican los despidos y los ERE, se cierran programas de atención pública y se vulneran compromisos establecidos en medio mundo, desde El Raval a Tegucigalpa. En un momento en el que los indicadores de pobreza y vulnerabilidad alcanzan niveles olímpicos, las organizaciones que hasta hace muy poco actuaban como red de seguridad echan el cierre por defunción, dejándose en el camino a miles de profesionales comprometidos y de voluntarios experimentados.



Las ONG tienen un grave problema, pero se engañarían si pensasen que su propia actitud no ha tenido nada que ver en el camino que les ha llevado hasta aquí.




Mientras buena parte de las organizaciones de la sociedad civil española se asemejaban peligrosamente a una subcontrata de las administraciones públicas, con niveles intolerables de dependencia, la sociedad real había decidido hacer la guerra por su cuenta. Las ONG han perdido el papel de intermediarias necesarias en el acceso a la realidad que pisan. Toda la información está al alcance de unos ciudadanos que se forman su propio punto de vista. El modo en el que las organizaciones tradicionales (no digo ya los paleolíticos sindicatos, sino las propias ONG) han sido ignoradas durante las movilizaciones del 15M debería ser objeto de un retiro espiritual del sector.

Más aún, la evaporación del Estado apunta a nuevas formas de comunitarismo en las que la sociedad organizada de manera informal es capaz de dar respuesta a algunos de sus problemas, y cuando lo hacen no siempre son bien recibidos. Fue ilustrativo, por ejemplo, el modo en el que la iniciativa de microfinanciación 90mn90d (de la que hablamos en este blog hace unos meses) fue calificada de intrusista por algunos de los mismos profesionales de las ONG que habían sido incapaces de realizar un llamamiento conjunto para responder a la crisis del Cuerno de África. Las disputas de marca y los recelos institucionales son tristemente familiares para cualquiera que haya trabajado en el sector.

¿Significa esto que la ira de San Cucufato está bien merecida y que todas las ONG deben ser sacrificadas en el altar de la crisis? De ningún modo. España cuenta con muchas organizaciones capaces y motivadas. Decenas de miles de excluidos y perdedores dan fe del compromiso insustituible de estas instituciones, cuyo papel y liderazgo es ahora más importante que nunca. Pero a estas alturas ya deberían saber que no hay modo de seguir funcionando con los mismos criterios, porque el contexto ha cambiado de forma definitiva.

Al estilo de Santo Tomás, les sugiero cinco vías de renovación para recuperar el pulso social en estos tiempos que llegan:

1. Garantizar la independencia que exige el liderazgo social: Las proclamas de las movilizaciones sociales son espontáneas, pero a menudo van de lo exótico a lo poco práctico. Necesitamos análisis, propuesta y estrategia para convertir la protesta social en verdadero motor de cambio. Ese es el valor añadido de unas organizaciones que renunciaron a su derecho de crítica durante estos años de socialismo y que ahora cargan con ese estigma.

2. Poner fin a los silos corporativos: ¿merece la pena mantener una distinción tan estricta entre la pobreza internacional y la de nuestro propio país? Con excepciones contadas, los sectores de la sociedad civil son una especie de tribus autistas, impidiendo a unos ganar de la experiencia, la influencia y las capacidades de otros.

3. Aprovechar una época de agregación: no hace falta inventar lo que ya existe. Las redes de colaboración organizadas con estructuras complementarias son más ágiles y menos vulnerables, tienen menos costes fijos y una mayor especialización. Esta especialización es una de las grandes bazas que pueden salvar al sector.

4. Garantizar la total transparencia en las cuentas y justificar el valor de los recursos que se piden: Se busca dinero en empresas e individuos que ahora exigen saber en qué se gasta cada céntimo de su donación, por pequeña que sea. Esta actitud caracteriza a una sociedad despierta, inconformista y capaz de hacer cosas por sí misma, así que solo podemos esperar que vaya a más.

5. Disparar la creatividad y la innovación social: muchos problemas se estancan por falta de recursos o voluntad política, pero cada vez son más los casos en los que los precedentes simplemente no existen. Como ilustrábamos hace poco hablando del problema del hambre en España, necesitaremos mejores ideas para resolver nuevas complejidades de la pobreza y la exclusión social.

Fuente: http://blogs.elpais.com/3500-millones/2012/02/bye-bye-ong.html


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